Empiezan ya a ser muchos los días sin postear en el blog Schrei!, pero ello no significa que hayamos cambiado de religión o que ahora nos estemos descargando la discografía de Justin Bieber. Somos personas con principios y como tal, fieles hasta la médula de la doctrina tokiotelera.
La reciente entrada de los miembros de Tokio Hotel en el mundo App, VIP Call y la leche que mamaron todos juntos, nos deja un pelín fríos. Quizás sea porque somos de otra generación, quizás porque el invierno en Alemania está siendo realmente duro, el caso es que la actualidad de los “nuestros” ha entrado en una espiral que esperemos que tenga una fecha de caducidad, por el bien de la banda.
Está muy bien eso de contactar con l@s Fans y entablar relación con las posibilidades que la red hoy día nos ofrece, pero da la sensación que Bill y Tom están cayendo en el más peligroso error que puede cometer cualquier músico que se precie: ser como el resto de mortales. Y es que, las fotitos diarias no ofrecen otra temática que la de cualquier persona de a pie: baretos, espejos de lavabo con nuevos looks, el perro en diferentes posturas, etc, etc.
Un artista que aspira a algo más que a ser carnaza de prensa rosa, debe mantenerse muy al margen de la vida pública. Debe aparecer con cuentagotas, ser inalcanzable e inaccesible. Los Meet & Greet desde siempre nos parecieron un acercamiento a la plebe demasiado condescendiente. Un artista no debe pisar bajo ningún concepto el mismo suelo que el resto de Fans, ni tan siquiera permanecer en el recinto de concierto más que para cantar y salir a uñas al hotel o aeropuerto. Tener a la banda durante horas en pabellones para contentar los compromisos de la discográfica, promotores y clubs de Fans no deja de ser un acto de buena fe con su carga de aberración que tiene que llegar a su fin.
Nadie se ha hecho nunca una foto con Dios y sin embargo, las iglesias siguen llenas.